Existen dos vías direccionales en el viaje: el viaje horizontal que es el que normalmente realizamos para trasladarnos entre lugares diferentes, y el viaje vertical que solamente algunas personas realizan en su vida, éste se trata de un viaje a la otredad, al interior de uno mismo, a las profundidades del hombre.
Hay poetas, músicos, pintores, cineastas, y otros creadores que intentan impregnar sus obras de estos dos conceptos y sinceramente pocas son las obras que lo consiguen.
La memoria como viaje frecuentemente se puebla de paisajes, amueblando de esta forma la escenografía del recuerdo, y pintando la vivencia rememorada a la manera de la magdalena de Proust. Todos los paisajes pintados por Alfonso son paisajes vividos por él. Son obras que testimonian la vivencia física de su autor donde el paisaje pasa a ser no una mera recreación, sino un modo de decir y contar las cosas que ha vivido. Le gusta bailar al ritmo del eterno fragmento que es siempre el paisaje.
Aunque parte generalmente de una concepción plástica enraizada en la realidad, en algunos casos introduce una visión poética que dota a esa realidad de un sentimiento profundamente personal, impregnándola de una historia propia, de un recorrido exterior y a la vez interior. Éste camino hace que a veces tenga la necesidad de realizar retratos de sus gentes próximas.
Amante del apunte y del natural, cirujano explicativo de un árbol o de una roca, a veces simplifica las formas para darle protagonismo a la luz. Paisajes de siluetas y barcos, sombras de ramas y viaje.
Las principales sensaciones que el universo plástico del artista proyecta sobre el espectador son las del sosiego y tranquilidad, ya que ante sus cuadros nuestra mirada se enlaza, dialoga y enreda velozmente con las tranquilas y azules extensiones marinas y celestes.
Nos cuenta la ciudad y el paisaje con todos sus componentes, la herencia del pasado en los edificios, la ciudad dentro de un plano de concepción realista donde siempre existe un lugar para la evocación. Y desde donde establece significados de contraste con otras pinturas de trazos más suelto, con una querencia al boceto, al esbozo y siempre interpretando lugares vividos. No trabaja con paisajes oníricos o inventados, solo utiliza la memoria para paisajes disfrutados. Una crónica de lo no cotidiano porque somos demasiados los que sólo vemos el paisaje por TV.
Formalmente las bases de sus obras son: el dibujo, la luz, el color y la composición. Y con esas reglas del arte, es capaz de depositar en el lienzo o sobre el papel, ese instante fugaz de detener el tiempo en ese momento mágico que todo creador ansía cazar y plasmar.
Aunque ha utilizado todo tipo de técnicas, donde mejor se expresa y en la que más ha buceado es la acuarela y las tintas. Todos los que nos dedicamos a estos menesteres sabemos que la acuarela posee unas muy concretas pautas de ejecución, dadas de forma intrínseca por la propia técnica, sin embargo Alfonso en algunos momentos parece que consigue propósitos propios de otros procedimientos. La atracción que desde joven ha sentido por el arte de la pintura y la caligrafía china ha marcado su obra.
Lleva años inmerso en la infografía (dibujo por ordenador), que expone conjuntamente con el resto de su obra desde 1995, reinterpretando y depurando sus propios trabajos, no generándolos desde el ordenador como es habitual sino utilizándolo como si de un grueso pincel chino se tratase.
Junto a todo ello, en lo que va de milenio han ido creciendo como setas, numerosas pinturas irradiantes de luz eléctrica, grandes tótems de luz, cajas-ventana que iluminan los dos niveles de su taller y nuestras almas de espectadores. Algunas de esas obras llenas de silencios pintados y que él suele llamar “iluminaciones emocionales” son las que nos presenta en dos espacios:
Silencios de Jardín y Huerta.
Recojamos aquí y ahora los frutos,
El Tempus Fugit.
Rafael Leonardo Setién
Pintor, Profesor de Bellas Artes. UPV