La muestra que presentamos es un compendio de obras que pertenecen a mis “Iluminaciones”; una serie de pinturas sobre papel de arroz, que a modo de pantallas iridiscentes –cajas/ventanas de luz- pueblan mi memoria trashumante en lo que va del nuevo siglo.
Son como pequeños faros, donde voy relatando cosas de aquí y de allá. Las de allá, que tienen como epicentro emocional Laredo y la Cantabria Oriental, nos traen asuntos que quizá ya no se lleven demasiado: ver crecer los frutos de la huerta y el jardín a la sombra de las higueras o de los limoneros, perderse en un bosque de árboles o en la maraña de sus hojas,
percibir los olores y fragancias de los montes, las marismas, la mar … Como contrapunto, las de aquí, las ciudades, con su infinita variedad (porque hoy día todo parece condenado a convertirse en urbe) que van cambiando con el tiempo, con el viaje, dejándonos sus diminutas luces titilantes en el oscuro firmamento.
Las obras expuestas son todas familiares y seminales. Familiares porque, además de crear grupos de afinidades, pertenecen a mi experiencia vital, buscando esa correlación entre el paisaje exterior y su reflejo interno recreando un viaje que pretende ser a la vez vertical y horizontal, en el que el recuerdo, la memoria, proyectan una suerte de película realizada a
base de fotogramas yuxtapuestos. Seminales son las Flores, los Frutos, las Ramificaciones, los Teselados (formas repetitivas), las Rías, los Monte Hano (una obsesión personal), las Urbes, todas ellas con descendientes y también ascendentes que permiten imaginar un inmenso mosaico caleidoscópico de naturaleza admirada, fragmentada.